lunes, 25 de marzo de 2013

Los grandes del Jazz 21


Sonny Rollins


Más que ningún otro músico de jazz actual, Theodore “Sonny” Rollins personifica el concepto del jazz como transmisión de un legado. Nació en 1930 en Nueva York. En su adolescencia solía salir en busca del autógrafo de Coleman Hawkins. Siempre identificado con los sonidos de la posguerra, convirtió en el primer saxo tenor que fundaba su arte en la sustancia de Lester Young más que en su estilo. En una carrera que duraría cerca de 50 años, llegó a incorporar elementos del free jazz y fusión sin cambiar sensiblemente su enfoque.
A los veinte y pocos años ya habla grabado con Bud Powell, Miles Davis y bajo su propio nombre, pero su verdadera carta de presentación vino después de un par de sesiones junto a Thelonius Monk. A medida que maduraba y su sonido perdía un cierto aire tristón, aprendió a adaptar el modo en que Monk desarrollaba los temas, adoptando melodías en función de su estructura armónica.
En 1954 se tomó el primero de sus años sabáticos que a partir de entonces puntearían regularmente su carrera. Poco después de su regreso, tocando mejor que nunca se unió al quinteto de Max Roach y Clifford Brown. Como parte de ese conjunto a lo largo de los años siguientes, tanto antes como después de la muerte de Brown, y también bajo su propio nombre, con Roach a la batería, grabó su colección más impresionante de discos.
Anticipando la corriente de usar métricas diferentes al compás 4/4, grabó el primer vals de jazz de la era moderna en Sonny Rollins Plus Pour. Pero su posición como el saxofonista más admirado fue usurpada por John Coltrane, y ello colaboró probablemente a su segunda retirada temporal de los escenarios, que duró dos años y vio su final en sus ensayos en el puente Williamsburg de Nueva York.
A su regreso, frustró todas las expectativas al no sonar en absoluto como Coltrane. En todo caso, su modo de tocar era más conservador pero denotaba una maestría aún mayor con el saxo. No podía, sin embargo, ignorar lo que estaba sucediendo en los sesenta. Así, sustituyó al guitarrista Jim Hall por el trompetista Don Cherry, que ya se había hecho un nombre junto a Ornette Coleman, y contrató, asimismo, al batería de Coleman, Billy Higgins.
Paulatinamente fue retirándose de los clubs favoreciendo los conciertos únicos, llenando los auditorios con un sonido más áspero que nunca y emitido de manera más consistente mediante un micrófono pinzado a la campana de su instrumento que le permitía pasearse por el escenario mientras tocaba. Sus solos se expandieron, principalmente como variaciones de la melodía aunque mezclados con pasajes que nadie, quizá ni siquiera él mismo, podía predecir. El repertorio incluía canciones del mismo Al Jonson, que ida variando en su duración, y encapsulaba ahora en espectaculares introducciones 0 codas.
Por un tiempo, Rollins se convirtió a la causa del jazz rock, aunque eso se notaba más en disco que en las actuaciones en vivo. Estas, a menudo de un impacto abrumador, se apartan de cualquier cosa que pueda ofrecerse actualmente, aunque su ejemplo ha llevado a saxofonistas más jóvenes a plantearse el desarrollo de los motivos por encima de los aderezos técnicos.
















Stan Getz


Nacido en Filadelfia en 1927 fue parte integrante de los “Four Brother”, grupo que grabó el álbum del mismo nombre para Woody Herman, aunque protagonizó su verdadero debut con el álbum de Herman “Early Autumm”, grabado en 1948 cuando sólo contaba 21 años. En este queda reflejado su primera madurez como solista caracterizada por en sonido puro, duro, perfectamente controlado y explotado principalmente en el registro alto. John Coltrane empezaría a hacer algo semejante a mediados de los cincuenta (confirmando la talla de Getz), pero por aquel entonces él era el único. Bastante distanciado tanto de Miles Davis como de lo que procedía de la costa oeste, los solos de Getz supusieron una de las cimas de la corriente cool.
Getz demostró pronto otra cualidad. Sin ser un auténtico pionero, estaba siempre al corriente de las novedades para evitar estancarse, y no era menos que Davis en su habilidad como cazador de talentos. Tras probar fortuna un par de años con cuartetos que fomentaba el refinamiento de su propia manera de tocar contrató al pianista Horace Silver, todavía desconocido pero un acompañante minucioso e incansable, que impulsó el estilo de Getz a cotas más altas.
Los beneficios fueron evidentes en las grabaciones para el sello Verve, donde se aparejó con la mayoría de las vacas sagradas. Fuera de combate por un tiempo debido a un notorio caso de drogas, pasó un breve período en Europa antes de regresar para producir dos álbumes contrastantes: “Focus” (1961), probablemente el mejor álbum de jazz con sección de cuerda cuyos arreglos eran de Eddie Sauter, u “Jazz Samba” -seguido por “Getz/Gilberto- que puso la bossa nova en la esfera del jazz y llevó a Getz a la cima en las listas de éxitos.
En los años siguientes, apareció en variados ámbitos, encabezando un excelente cuarteto con el joven Gary Burton al vibrafono o de gira con el organista francés Eddie Louiss. Por un tiempo, sus actuaciones quedaron faltas de consistencia y admitió que buscaba nuevos caminos que no siempre podían recorrerse. Finalmente, adoptó la forma memorable de su década final. Se concentraba en melodías con un fuerte contenido melódico explotando su propio sonido, ya por entonces uno de los más poderosos jamás producidos por un saxo tenor.
La reminiscencia de su período cool existía, pero ahora su sonido contenía muchas más resonancia y sabiduría consiguiendo provocar los escalofríos más placenteros entre la audiencia. Los excelentes músicos que le acompañaban, incluyendo al pianista Kenny Barron y el baterista Victor Lewis, debieron de darse cuenta de que se hallaban en un medio privilegiado.
Aparte de unos años durante los cincuenta en los que los saxofonistas, sobre todo en Europa, intentaron emular su sonido y su fraseo, Getz tuvo pocos discípulos directos. Hay que resaltar, sin embargo el influjo que ejerció sobre John Coltrane que, a su vez, creó una gran escuela de tenores que raramente descendía a los registros más graves. Otra influencia marginal fue la que ejerció sobre Henderson, y no es pues coincidencia que Henderson se convirtiera en primer defensor de la música de Carlos Jobim, reviviendo varias melodías que Getz había grabado treinta años atrás.














Dizzy Gillespie
John Birks “Dizzy” Gillespie fue uno de los dos desencadenantes en la reacción que dio origen al Bebop. Él mismo admitió que Chalie Parker había dado el brillo final a la nueva música que él estaba gestando. Por entonces, ya era un original estilista de la trompeta y un teórico que sabía exactamente lo que hacía y era capaz de explicarlo a aquellos que estuvieran dispuesto a aprender. Recibió su apodo (dizzy, vertiginoso) porque era rápido e ingenioso como un zorro, y más allá de todas sus payasadas sobre el escenario, su cerebro musical era tan incuestionable como brava su técnica.
Nació en Cheraw, Carolina del Sur, en 1917, empezó como un brioso trampetista en el apogeo de la era del swing. Su modelo fue uno de los que en esa época hizo historia, Roy Eldridge, el más rápido y uno de los más sublimes. Dizzy llegó incluso a ocupar su puesto en la banda de Teddy Hill, yendo con él a Europa y colaborando en sus primeros discos. Para cuando se unió a Cob Calloway en 1939, la carrera de Gillespie estaba en plena ascensión., Sin embargo, un desacuerdo con Calloway le llevaron a los pequeños clubs de Nueva York donde estaban poniéndose en práctica las nuevas ideas.
• Finalmente, se juntó con Parker con quien compartió escenario en la banda de Billy Eckstine, entre otras. Grabaron juntos y formaron un grupo que estuvo trabajando en Nueva York antes de desplazarse al oeste, a donde se dirigieron para una memorable actuación en Los Ángeles. Parker se quedó allí, mientras Gillespie regresaba a Nueva York donde formó su segundo y más importante banda. Esta fue la banda que puso la palabra bebop en la escena musical. Gillespie fue también el primero en introducir ritmos latinos en las big band, contratando al percusionista cubano Chano Pozo e inspirando la fusión que subyace en el latin jazz de hoy día.
• En los años cincuenta, encabezó por un tiempo un pequeño grupo, pero el Departamento de Estado le alentó entonces para formar una nueva banda para la primera gira europea promovida oficialmente. Esta duró un par de años, después de los cuales regresó a los cuartetos y quintetos, el mejor de los cuales tuvo a James Moody a la flauta y el saxofón. Cabe destacar entre sus proyectos especiales la big band veteada de estrellas internacionales con la que estuvo de gira poco antes de su muerte en 1993.
• Los solos más audaces de Gillespie datan de los años cuarenta, tanto en la época que estuvo con Parker como cuando estuvo al frente de sus propio grupo. No obstante, alcanzó el clímax como trampetista en los cincuenta y sesenta, cuando su sonido, algo estridente en el pasado, se volvió más claro llegando a equipararse a su técnica.
Si, al contrario que Miles Davis, no consiguió rodearse continuamente de músicos con los ojos puestos en el futuro fue, en cambio, el improvisador más extravagante que el jazz a conocido. Él mismo definió su método como la captura de notas en el aire para hacerlas encajar en el patrón rítmico deseado. Su sabiduría fue patente a lo largo de casi toda su carrera gracias a la tremenda resistencia y a su enorme influencia.

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